Sonrìo porque estoy en casa de unos vecinos muy amorosos y divertidos que me cuidan mientras mis padres trabajan.Y me consienten.
El tiempo parace estirarse a voluntad en esta època y la gente se visita y comparte largos momentos con sus amigos vecinos.
El ritmo de la vida es apacible aunque constante,como si lo determinara un reloj de arena.
Aunque pude haber gateado no lo hice y preferì pararme y caminar a los siete meses.A mis vecinos les encantò mi idea y decidieron alentarme.
Mi madre no opinò lo mismo porque me convertì ràpidamente en un torbellino en su cocina,en su taller de costura,en todas partes.
Mis rodillas son la evidencia o mejor prueba que conservo de este acto precoz.Demasiado endebles para soportar el peso del cuerpo,màs bien de mi cabeza,( una cabezota con extremidades delgadas a primera vista),se arquearon como una mueca...
Mi arrojo hacia el mundo y la aventura habìa comenzado.
Esta fotografìa llegò a mis manos ya adulta.Y es la ùnica que tengo de mis primeros años.
Aquellos padres postizos que me regalò el hado,murieron hace muchos años.
Llenaron de sol mi corazoncito,mi alma y mi mirada.
Me dieron cucharadas incontables de cariño,enormes vitaminas de alegrìa y una atmòsfera de felicidad tan densa que podìas meter los dedos y chupàrtelos a satisfacciòn.
Con este banquete de cada dìa regresaba a mi casa apertrechada.Mi casa fue el primer desafìo de mi vida.Dos padres demasiados cansados y preocupados por las finanzas para poner a rebotar una risa o tolerar una niña inquieta y demsasiado imaginativa.Un escenario donde la comedia no tenìa cabida y los personajes sòlo podìan interpretar papeles dramàticos.Y aquella nena que nunca se aburrìa,que debutaba una obra diferente cada dìa,que andaba a los saltos y trepaba como ardilla,cantando y bailando,les parecìa ajena,los sorprendìa,los agotaba.Entonces,el primer televisor apareciò en el barrio para socorro de un par de gente seria,demasiado ocupada para una niña insòlita y movediza.
