He aquí una de mis aberraciones escritas (hobbie que traía desde la infancia), durante mi vida en la escuela secundaria.
A los catorce años sentía que solo había dos opciones para mí,vivir o morir.Y opté por hacerme monja.
Claro que mi madre no estaba dispuesta a consentirme este deseo.Por lo que luchó tenazmente para cambiarme la idea.Y al final ganó,como siempre.Creo que este es uno de esos triunfos que tengo que agradecer o debería decir eso.Supongo.
Yo nací algo mística y la vida rutinaria no se me daba bien.Pequeña,enfermiza,raro espécimen de hija única,solía hacer o decir cosas que nadie entendía o podía imaginar de dónde me venían porque no era adoptada y mi familia además de gente común era de una sencillez existencial que me asustaba,por no decir la verdad,me apenaba.No tenían ni imaginación ni sueños ni nada que a mí me parecía saludable como en la vida de artistas y músicos.Mis padres a mis ojos eran aburridos y tristes.Pero yo sospechaba el por qué.Demasiado trabajo y muchos problemas económicos.Por eso me gustaba cantar y bailar incluso para divertirlos un poco.
Supongo que fui un verdadero problema para ellos,tan diferente entonces a otros y tan parecida a los niños actuales.Mi tía abuela me dijo cuando yo ya era adulta:"Cada vez que pienso lo distinta que te veíamos y ahora puedo compararte con mi nieta que se parece tanto a vos cuando eras chica...me parece increíble..."
Realmente,me reconforta pensar en lo que me dijo aquella tía.Era una de mis tías más queridas.Tenía el don del optimismo y un compromiso con la alegría muy contagioso.Pero era el amor al campo,a los animales y a su dulce de higos lo que nos unía más allá de los lazos familiares.En la calma de su chacra en medio de la llanura pampeana yo podía sentirme totalmente feliz de existir.
Sin embargo sonaría injusta si no agregara lo buenos y cariñosos que fueron conmigo los vecinos de casa.Mi barrio era el sol del pueblo para mí.Toda la alegría que faltaba en casa,desbordaba en mi barrio,curiosamente.Incluso los besos y expresiones afectuosas que escaseaban puertas adentro,sobraban en las visitas diarias,porque entonces la gente tenía tiempo de visitarse por horas y reunirse a charlar y matear como si tuviera la eternidad por delante.Y las casas florecían con la Primavera como si más que un barrio,aquello hubiera sido un vergel,mi pequeño paraíso en el corazón de una ciudad humilde.
De todo aquello todavía queda en pie el jardín de una esquina,que rodea a la casita en un abrazo de espléndida humildad,donde el lujo de las plantas y los pájaros desborda hasta divinizarlo.Pareciera que allí sí todavía sigue paseando Dios y la gente no se ha perdido en el lujo del cemento y la ostentación por sobre todas las cosas, que,en verdad, sí importan.
Vaya mi gratitud a la Vida,a mis padres,a mis vecinos,a mis tíos abuelos no porque fueran perfectos,sabios o santos sino por haber sido parte de un cosmos verde y radiante,tan bellamente humilde como querible,lo suficientemente real e intenso para despertar a cualquiera de su peor pesadilla..