miércoles, 19 de junio de 2013

Sobre la acción y su naturaleza lumínica

  La acción es como la luz,viaja eternamente aunque su estrella se haya apagado milenios atrás.

Lo curvo o lineal de su trayecto es secundario si ha de ser detenido al chocar contra un objeto,cuerpo azul o mero resto de algo que una vez pudo haber sido.

 Y una vez su camino así afectado,difícilmente podrá discurrir un observador inteligente
si ha de regresar al punto originario o si ha de causar una impresión prevista.

 No hay manera de llegar a una meta con la sola proyección de las acciones como no hay forma de especular para que un haz de luz desvíe emocionalmente un obstáculo.

  Por eso es la mirada la que sostiene la cuota de luz mínima necesaria para que podamos asegurarle a una rosa que es rosa y no un pedúnculo con algunos sépalos o una corola de posible magnolia o una sospechosa flor sin contorno definido.

 Y la mirada,como todos sabemos,es la cosa más sensible y mágica que disponemos a la hora de calcular acciones o planificar un viaje.

 Si carecemos de una mirada lo suficientemente abarcadora,es posible que el haz de luz se caiga al doblar la esquina o no tenga la fuerza necesaria para cruzar la calle.

  Es ahí cuando interviene la inteligencia desde el centro mismo del espacio,prestándonos la mirada desde los otros lados,la red de infinitas miradas que se cruzan a diario y que mantienen siempre constante el flujo de luz necesaria para iluminar nuestro mundo.


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