lunes, 17 de junio de 2013

Mi padre no tuvo padre

tan sólo el frío gesto

de un apellido ajeno

y una identidad forjada

lejos del hogar materno.

Por familia,la peonada

y el respeto de los dueños

hacia un niño despojado

de madre y calor fraterno.

Mi padre no tuvo nada

ni derechos ni consuelo,

sólo un cielo por abrazo

sólo verde su sustento

de llano y pampa la piel

curtida en sol y en fuego.

Y,en torno al fogón,los cuentos

de muertos y aparecidos,

de extraños mitos del tiempo

y visiones legendarias,

riqueza de gauchos viejos

con brillos de indios muertos.

Mi padre fue Martín Fierro

acristianado y doméstico,

sobreviviente en los campos

del exterminio indecente

de los pecados humanos

lavados con sangre inocente.

Mi padre es niño eterno

agradecido y creyente

del espíritu inclemente

de una raza mejorada

de una civilización celeste

de una humanidad adelantada.

Si la inocencia es ceguera

del ser hacia las cosas profanas

mi padre ha se seguir puro

hacia la Jerusalén cristalizada

como diamante único aunque tosco

siempre querible y comprendido

por mí,siempre amado.







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