A la curva infatigable de tu boca,
cuarto creciente,
envidiosa la luna;
sube la noche,
encaramada de joyas
muy dulcemente.
Con largos dedos de niebla
como gentiles cerrojos
en naos de sombra espesa
embarca cromos y formas.
Sobre mi frente,gaviota inquieta,
garùan helados sus besos tenues.
Ay!,què còmplice magia enciende

campos de flores remotos,
sobre el velamen negro
devorador del mundo,
para que yo pudiera,
a ciegas y torpe,
hallar la instancia fatal de una sonrisa.
.
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