Hay una literatura que se deja partir y romper a los ojos desnudos porque es de un elemento incorruptible y oscuro de primogenio.De la noche que aún nos está construyendo junto al canal del día.Esta literatura lo hace por nosotros,cruza el puente entre la muerte y la vida a diario,a saltos en el espacio.A vómitos de sangre.Ningún dios la aguarda al otro lado porque no es su tiempo y ellos son los pájaros sin alas que les cortamos.Llegarán antes al final de la noche y no habrá infierno,sino alma.Ellos lo saben sin saberlo.Nos están preparando,nos están redimiendo.Los infinitos nombres de Dios son los hombres que hundieron su cuerpo en el fuego sagrado para ser dignos de su nombre,para ser uno con el fuego, livianos de consuelo,de palabras cordiales,livianos de todo peso achicaron sus aguas,por la borda arrojaron también los viejos sueños del ser que había muerto y no se andaba enterando.Los hijos de la Magna Noche,réprobos de toda regla o carga, son los hijos ilegítimos de un padre que se ha borrado porque no es un dios,es simplemente humano y sólo tiene tiempo para sí mismo y sus hijos son lastres de un espíritu antiguo donde ocasan los males de amor,de un amor no consumado.Un amor acorralado de infiernos relativos y pequeños.Un amor amortajado vivo casi disecado y en diminutos frascos vendido por mágico pero con verdaderos efectos de veneno.Para ellos el amor es rebeldía,es como es y no como debe ser,es libertad no jaula,es pasión o no merece ser sentido,es consagración pero con sangre,no tiene términos medios,nunca se entibia y aunque parece un muerto que camina,siente mil veces más que el resto de los vivos.Su proceso es un eterno devenir haciéndose,un no acabar nunca en el punto,un masticar las cosas masticándose a sí mismo,casi un rumiante que vocifera en la noche una luna llena de girasoles mecánicos,porque sus ojos traspasan las apariencias y miran desde adentro.
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